viernes, 20 de marzo de 2020

JUEGO DE ESPEJOS

JUEGO DE ESPEJOS


Sobre el origen de la creación cuentan que en el principio sólo fue oscuridad y de ella surgió el caos.
Aún no salimos.

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Dada la dificultad del ser humano para ver la realidad de sí mismo, el Padre eterno, le dio algo que se lo revelara: Un espejo.
Para que aprendiese a usarlo, puso en la tierra como su emisaria, a Concepción, luego de sumergirla en la fuente del Agua de la Memoria, para que los humanos pudieran salir del caos, a través del recuerdo de todos los tiempos.

Desde pequeña, Concepción se libró de cualquier sobrenombre ultrajante, como China, Conchita, o Conce, tan reñidos con su esencia, ya que sólo respondía si era llamada adecuadamente, pero tuvo que aceptar como obsequio de sus padres, un espejo turbio.
No por mala voluntad de sus ancestros, sino porque era del que ellos y el mundo disponían en ese momento.
Y creció mirándose en él.
Concepción se miraba y su imagen aparecía imprecisa, borrosa, un caos.
Era considerado de mal gusto poner en tela de juicio la limpidez de dicho espejo, una falta de respeto a la tradición de sus mayores que siempre lo habían usado y se lo ofrecían con la mayor diligencia.
Decirles: “No puedo verme bien, hay que desempañarlo”, sería considerado una audacia. Sobre todo para una dulce y obediente niña. No se cuestiona a los mayores.
En la escuela tampoco pudo correr mucho a mirarse en otros, ya que una niña debe estarse quieta y modosa, y por lo demás, el patio de los recreos era demasiado chico, para grandes correrías.
Así que allí se quedó en las penumbras del caos, dormida, esperando algún príncipe azul que la despertara o le revelara el secreto de quién era en realidad.
Era lo que se esperaba de las doncellas, en los albores terráqueos, debido a los dictámenes de que ninguna mujer podía ser sabia sin recibir instrucción masculina.
 No llegaron príncipes, sólo sapos.
Algunos en forma de Mesías, otros revolucionarios, y varios locos.
-Debes darles una oportunidad, le decía su madre, los hombres son muy importantes.
-Pero madre, hablan tan raro, no me conmueven y todos contribuyen a empañar mi espejo ¡no los entiendo!
-         Concepción, a los hombres no debes entenderlos, sólo escucharlos, y en paz.
Concepción no estaba segura de querer esa paz. 
Gracias a Dios, Luz -que era su amiga incondicional- un día quiso saber y analizar –Cuéntame de tus pretendientes, -le preguntó- ¿qué hacen, de qué te hablan? Quiero entender por qué ninguno logra tu conquista.
Ella le confió sus encuentros uno por uno:
-1) Epicuro me lleva a pasear por el jardín, y siempre quiere abrazarme para sentir mi pecho contra su cuerpo.
- 2) Brahamán se sienta sobre el césped del jardín, me contempla con las piernas cruzadas en posición de loto, pone sus ojos en blanco y recita el ringveda en sánscrito; mientras, su mascota, un cisne blanco, picotea y destroza las flores, no lo soporto, ni a él ni al cisne. Aparte: ¡nunca se cambia de camisa! 
  - 3) Con Beato, caminamos siempre hasta la ermita y me habla del pecado y el amor-hasta-que-la-muerte-nos-separe, siempre lleva una pesada mochila de culpas, y no se atreve a tocarme un pelo, aunque he descubierto que después que me deja en casa, va para lo de Magdalena.
-¡Qué barbaridad! -acota Luz- ¿Y los otros? ¿Qué tal Fidelio, el de las sierras, el fumador de habanos, y la barba hirsuta?
- Ese es agobiante, habla durante horas y horas sobre el materialismo histórico y el lumpenproletariado y sueña con cortinas de hierro. Por suerte siempre logro quedar dormida mientras habla.
-         ¿Y Adolfo, el de los bigotitos ridículos?
-         ¡Uy, ése es el peor, me da pánico! Si bien escucha a Wagner y lee a Nietzsche; también se tiñe el pelo de rubio, usa botas de tacones altos y juega con un cuchillo largo con el que una vez, amenazó al cartero porque lo miró torcido, y eso que él mismo es bizco, y el pobre cartero también.

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Así fue pasando el tiempo y Concepción, debido a tales hombres tratando de conquistarla para sí, y con su espejo cada vez más turbio, sin duda debido a esos mismos sujetos, fue quedando en un letargo. Como la bella durmiente.
Y esperaba. No sabía si al príncipe o a qué. Tal cómo los que aún esperan a Godot.
Sus cortejantes pasaron por ella, y siguieron su camino sin lograr conquistarla ni corromperla. Porque su temple de origen divino era inmune a las falacias.
Supo después que:
-1) Epicuro se casó con una tal Safo y allá andan, deambulando por jardines enmarañados y cantándole noche y día a la pasión y el deseo.
-2) Brahamán, por el contrario, vive sin pareja ya que logró abolir todo deseo. Se internó en un monasterio allá en el Tibet y dicen que alcanzó el Nirvana. Nadie lo pudo comprobar porque no hay quién se le acerque, (sigue con la misma camisa) y no usa espejo porque no se afeita.  Beato se metió a cura y las monjitas del convento, con su propio espejo turbio, mueren por él.
-3) Fidelio, afeitó su cara (algo tuvo que cambiar para que todo siguiera igual), y aunque su cortina de hierro se oxidó, sigue cantándole a la luna su oda sobre la lucha de clases, mientras los dorados espejos de su imperio – bien turbios- lo reflejan con su  -muy turbia- corona de rey. 
-4) De Adolfo ¡ni hablemos! Su espejo nunca le reflejó su bestialidad ni su locura (parece que los sicópatas son como los vampiros: su imagen no se refleja); y por suerte para el género humano, un buen día se suicidó para siempre.

Concepción seguía dormida y virgen ya que nadie había logrado hacerla partícipe de sus credos.
Y un día, justo en su cumpleaños, sus amigas la fueron a saludar.
 Aurora, le regaló el anuncio de la llegada del sol, y era tal la claridad reinante que Concepción ya no pudo seguir durmiendo. Era hora de despertar.
Luz le trajo una lámpara mágica que expandía su luz violeta sin límites, para que viera quién era.
Libertad le obsequió su gamuza mágica desempaña-espejos.
Con ella frotó suavemente la superficie del suyo y ¡Aleluya! Allí vio reflejada con toda nitidez la realidad divina de su esencia.
Nadie supo nunca lo que vio, ya que la imagen de una Concepción virgen sólo se refleja para su dueño, y como es un logro individual, es visión vedada al hombre-masa. 
 Pero ese mismo día, con la nueva imagen en su mochila, partió de viaje por el mundo. Probó todas las comidas, aspiró el perfume de todas las flores, bebió de todas las fuentes, y nunca, nunca, olvidó encender su lámpara ni limpiar su espejo.
 Después cruzó el ancho mar de la soledad y retornó al puerto, con su alma entera y una certeza: el príncipe azul de los nuevos tiempos aún no existía, y tampoco había en la tierra, un sólo espejo limpio que lo reflejase.
Pensó que tan sólo quedaba una esperanza en pie, para que el mundo comenzara a reflejar otra imagen de sí mismo; y era que un día los humanos se decidieran a comprar un espejo nuevo, ya que los viejos –además de turbios parecían irrecuperables.
Sin embargo -pensó con escepticismo- tanto las empresas como la gente es reacia a invertir mucho capital en espejos.
Siempre queda una opción -pensó: Volverse hacia la naturaleza y mirarse en sus manantiales. (El agua siempre ha sido un espejo formidable, y es gratis). Solo habría que cuidar que Narciso no intentara “robar cámara” interponiéndose, ya que de ser así: “comincia tutto da cappo”.


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