miércoles, 12 de febrero de 2020

Adiós Mariposa

Mariposa : Daniela Cigale (http://danielalista.blogspot.com/)

Cargué el equipaje en el auto mientras ella seguía rebuscando cosas en su cartera.
-¿Qué buscás mamá?
-Las llaves, nena, las llaves…
- Las  pusiste en el bolsillito interior del gabán, el que tiene cierre.
-¡Ah sí, es cierto! ¡El paraguas, nena, el paraguas!
-Ya está en el auto mamá;  vamos que vas a perder el ómnibus.
Por fin se sentó en el auto. Me vuelve loca. La adoro pero me vuelve loca. Gracias al cielo vive a trescientos kilómetros de mi casa y odia los ómnibus. De todas maneras tiene teléfono, celular, internet y toda la parafernalia con la que hoy en día te puede atosigar una madre como ella; y se maneja bastante bien, aún si todos los días debe llamarse  a sí misma desde el fijo, para ubicar al otro.
Yo iba atenta al tráfico y ella seguía. –“Y abrígate Alicia, haceme el favor mirá que siempre andás medio desnuda y la garganta… siempre fuiste un  poco delicada, desde chica…” –¡Mamá por favor que tengo treinta y ocho años!
Mientras el ómnibus se alejaba, ella desde la ventanilla me hacía adiós. Su mano me pareció una mariposa mustia agitándose en el viento y su sonrisa, casi triste;  me oscureció la tarde. Percibí de golpe, los años amontonados sobre su imagen que se alejaba y se hacía mas  borrosa,  y una angustia atroz  subió por mi  garganta, –esa,  que ella tanto había cuidado del frío cuando era una niña delicada. Ahora, un escalofrío sutil recorría mi espina dorsal a pesar de que la tarde caía en un anochecer de verano.
    En el trayecto de vuelta a casa,  parecía otra persona la que se había subido al auto. Y era cierto: cuando una  toma real conciencia de algo, ya nunca vuelve a ser la misma.  La imagen de una mariposa mustia siguió agitándose  en mi mente, como una letanía insufrible, como esas tonaditas que a uno se le pegan y por más esfuerzo que haga de pensar en otra cosa, apenas se descuida vuelve una y otra vez a ocupar todo el espacio mental. 
Las pequeñas irritaciones que se habían producido en la convivencia durante una semana con mi madre, se habían evaporado por arte de magia y en su lugar había quedado la angustia de esa mariposa  ajada, agitándose leve, en las últimas horas de  aquel atardecer estival.
Llegué a mi casa, y aunque estaba exhausta; como una abejita trabajadora me puse a ordenar todo lo ordenable  -cualquier cosa para alejar de mi mente la imagen que me atormentaba.
Luego me dí una ducha bien caliente, para ver si lograba sacarme esa especie de frío interior que me había embargado y que no coincidía para nada con la temperatura externa.
Me preparé una taza de tilo,  a ver si con eso alejaba mis pensamientos agoreros. Y me acosté.
A pesar de todos los pesares, como estaba agotada me quedé dormida inmediatamente.
De pronto, un zumbido muy fuerte dentro de mis oídos hizo que despertara con sobresalto. Era un sonido de abejas que volvían a casa desde campos remotos, cruzando túneles de verano hacia una maravillosa oscuridad.
Me levanté intrigada y descalza fui hasta la cocina, desde donde provenía el zumbido. 
Allí estaba mi madre, parada frente al fogón, cocinando en su vieja sartén, aquella, la de fondo de hierro; y el zumbido salía de ella junto a ese delicioso aroma característico de los condimentos que sólo ella usa.
-Pero mamá ¿Qué hacés acá?
-Ah, m’hija, te vi tan triste que me bajé del ómnibus. Vine a hacerte aquel omelet de queso,  que tanto te gustaba de chica, a ver si te alegras un poco.
- No mamá, no; dejá eso, es de madrugada y no tengo ni pizca de  hambre; vení, mejor hablemos, ¡hay tantas cosas que quiero decirte! y tengo la sensación de que no me va a dar el tiempo.
-Ah sí el tiempo, el tiempo, el tiempo…
Mientras iba diciendo esas palabras vi consternada cómo mi madre se iba elevando en medio de la oscuridad y se iba transformando en una gran mariposa mustia.
-¡No, mamá, no te vayas! Esperá un poco, tenemos que hablar.
Ella seguía subiendo y se iba haciendo cada vez más borrosa.
-Ya quisiera esperarte –decía con la voz cada vez más lejana– pero… querida, no queda tiempo, las mariposas sólo viven un día.
No podía dejarla ir. No sin antes hablar. No podía quedarme con tantas palabras silenciadas dentro de mí. 
Comencé a hablarle atropelladamente; a decirle lo que ella significaba para mí. Los recuerdos de la infancia fueron brotando como ríos que desbordaban e inundaban toda la cocina. No sabía si ella podía escucharme pues había salido por la ventana y seguía elevándose con su figura de mariposa mustia, rumbo a una luna sonriente que parecía esperarla.
 Yo empezaba a desesperarme por miedo a no poder hacerle llegar las palabras que se agolpaban en mi garganta. Entonces, inesperadamente sucedió. A medida que esas palabras salían de mi boca, se iban convirtiendo  en luciérnagas luminosas que se iban volando hacia la luna, a través de la oscura brisa estival, junto a mi madre.                 


Inspirado en este hermoso poema de Pablo Neruda :

Mariposa de otoño.

La mariposa volotea
Y arde –con el sol– a veces.

Mancha volante y llamarada,

Ahora se queda parada

Sobre una hoja que la mece.

Me decían: –No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Yo tampoco decía nada.

Y pasó el tiempo de las mieses.

Hoy una mano de congoja
Llena de otoño el horizonte
Y hasta de mi alma caen hojas.


Me decían: –No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Era la hora de las espigas.
El sol, ahora,
Convalece.

Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.


Se va la mano que te induce.
Se va o perece.



Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese.

El agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.

Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.

Su lengua tibia me rodea.
También me dice: Te parece.

La mariposa volotea,
revolotea,
y desaparece.




2 comentarios:

  1. Adios Mariposa, me hiciste llorar, me sacaste una sensación que no había sentido cuando mi mariposa voló, esa sensación que no me pertenece, esa que me mantiene siempre feliz hasta cuando recuerdo que ya no puedo abrazarla, esa que cuando nos metamorfoseamos solo nos hablábamos con la mirada porque las palabras estorbaban, ese agradecimiento infinito a la mariposa que me enseño a brillar. Gracias Ana <3

    ResponderEliminar
  2. ... tus textos arrancan para afuera muchas emociones...
    Beso a Verito ♥️

    ResponderEliminar