viernes, 14 de febrero de 2020

Maravillosa primavera

Queridos amigos lectores, después del último cuento, (que es de llorar, ya que todos tenemos una madre), les dejo este, que si bien también trata de madres, espero de corazón que puedan sonreír. (Mi querida sobrina Rossana Taddei tiene un disco con ese título: "Poder sonreír"    Espero me manden sus comentarios para establecer diálogo. Gracias!



A las siete en punto el televisor se encendió con volumen alto, haciendo abrir un ojo a Morfeo Bólido que, de esta manera indigna comenzaba su día.
A veces tenía suerte y la pantalla cobraba vida -no él- en medio de la prédica monótona de algún político; cosa que le daba la oportunidad de disfrutar unos minutos más de ese sopor placentero al cual era sumamente adepto.
Luego, -y ya casi en plena vigilia- buscaba las zapatillas debajo de la cama, con una paciencia digna de Job, y montado en ellas reptaba hacia la ducha, para completar allí su toma de conciencia, que no era mucha.
Mientras; en la cocina, Rosita, la madre de Morfeo; preparaba un espléndido desayuno para su vástago -de treinta años- con gran diligencia.
Ninguna Ley de Correspondencia se hizo cargo que a tal dinámica madre, correspondiese tan lerdo hijo.
Rosita, una dama cincuentona larga, que lucía de maravillas, -gracias al favor de los hados, ya que se mantenía virgen del esteticista-, esperaba que su niño tomara las riendas de su vida, de una buena vez; para ella poder correr con la suya -ya que es harto difícil correr con dos vidas encima de los hombros a cierta edad. Convengamos que nunca es fácil cargar con otro ser humano, a no ser que este sea un bebé, y aún así, hemos inventado el carrito con ruedas para ellos.
Por su parte, Morfeo no tenía el menor apuro de tomar su vida a cargo, incluso la dejaba a menudo en un cajón de la oficina, para no tener que lidiar con ella, por tal motivo totalmente lógico, su semejanza con protagonista de película de zombies, era habitual.,
Hasta que un día llegó la primavera, ¡no hay quién se salve de ella!, y todo comenzó a reverdecer y brotar, con abrumadora celeridad.
Morfeo se enteró del hecho, un día que andaba medio espabilado, con su vida a cuestas, (había olvidado guardarla en el cajón).
Arboledas tristes y desnudas hasta ayer, ondeaban al viento sus verdes frondas; ¡todo transformado, en menos de lo que canta un gallo!
También las hormonas de Morfeo, que gracias a la primavera le había tomado el gusto a andar siempre con su vida puesta.
Todo fue muy rápido.
Conoció a Graciela un día que iba con los vientos primaverales a todo trapo, y el romance fue drástico y de alquilar balcones. Nada más que hablar.
Después de una semana en casa de Graciela -un mono-ambiente de tres por cuatro, que para ir al mini-baño había que saltar con garrocha sobre la cama,  de plaza y media que ocupaba el recinto de pared a pared,  decidieron que se mudarían al departamento de Morfeo; es decir de la mamá de Morfeo.
Acá surgía el escollo. Graciela era una chica sensata: dijo que no iba a vivir con su suegra, así la amenazaran a garrote vil. ¡Antes me atarán al potro! -Dijo.
 Morfeo, el zombi reanimado, prometió hablar con mamá para que se buscara vivienda. ¿Vieron que tan espabilado aún no estaba?
-Mira mami, el apartamento no es lo bastante grande, y Graciela, ya sabes cómo son las chicas ahora… Después vienen los bebés, en fin…
Morfeo sudaba tinta china. Por muy torpe que fuera. ¿Con qué cara se le dice eso a la madre de uno? -más teniendo en cuenta un leve detalle: ¡que dicho inmueble es de mamá!
Pero la dulce Graciela, harta de saltar sobre la cama de plaza y media, para ir al baño, le dio el ultimátum: —ya sabes querido, ¡Es tu madre o yo!
El pobre Morfeo tuvo que decidirse a actuar con energía ya que ahora, desde que llevaba su vida consigo a todas partes, no tenía excusas para aplazar.
Estaba resuelto.
Entró al departamento de mamá y cerró la puerta tras de sí. Aunque venía del calor de la calle sintió que un frío sudor descendía por su espalda. Sabía que inmediatamente aparecería doña Rosita a decirle que su comida preferida estaba pronta sobre la mesa de la cocina.
Se quitó la chaqueta de oficinista y ya la iba a lanzar hecha un estropajo sobre el sofá, cuando se dio cuenta que, ¡ya no había sofá… ni mueble alguno! Corrió a la cocina: allí tampoco estaba la mesa, ni la comida, ni nada. Recorrió desolado el apartamento idem.
Tampoco apareció Doña Rosita por ningún lado. Sólo una nota sobre la mesada de la cocina apretada bajo un vaso para que no se volara.
—Al menos quedó un vaso -pensó Morfeo.  Se sirvió agua de la canilla y se la tomó de un trago antes de leer.
“Querido hijo: Como hace una semana que no vienes por aquí, no he podido comentarte mis planes, ¡ha sucedido todo tan rápido! ¡Creo que es la primavera! Me he ido de luna de miel con Don Antonio, el del 103, a las islas Tonga en el Pacífico Sur. Estamos muy contentos, todos opinan que formamos una linda pareja. Te mandaré una postal. Deja la llave al portero, él ya sabe. Tu ropa la mandé a casa de tu tía Ernestina.   Ah, lo olvidaba; vendí el apartamento, los nuevos dueños se mudan en 15 días.  Un abrazo: Mamá”

¿No es maravillosa la primavera?

3 comentarios:

  1. ¡Qué maravilloso ! 😄
    Será que todos tenemos un Morfeo Bólido en nuestras vidas? 🤪

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  2. Jajajajaj😆! Más que sorpresas, la Primavera trae renacimiento y transformación! Qué lindo Ana! 🙏gracias 😘 Un empuje de vitalidad más agradable que ducha fría por la mañana 😅

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  3. Ducha fría por la mañana o baño helado en el lago...
    En todo caso yo me sentí muy cercana a Rosita... 😁

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